DIVAGACIONES DE UN CUIDADOR
“V” se enfada mucho, a ratos se vuelve como loco, por momentos todos somos culpables de sus males. No se encuentra bien, ha ido y venido del hospital varias veces, su estado físico es malo.
Sentado en su silla de ruedas, en la butaca o en la cama, con su vientre hinchado y los pies como botas.
Se enfada y ve demonios y pide morir a ratos, le he preguntado si no le da miedo la muerte y entre sus delirios me ha dicho que quiere acabar, que desea morir. Está cansado y se siente solo, es una soledad diferente, él tiene a su familia, ellos le quieren y están siempre que pueden, se preocupan por él.
Su soledad es metafísica, parece que siente que nadie le acompaña en su dolor, en sus deseos de acabar y dejar de sufrir.
Al principio me causó rechazo, decía incoherencias, te insultaba. Por eso le atendía: le aseaba, le servía la comida, le acostaba… pero apenas me dirigía a él.
Un día conectar, es duro cuando lo haces y te das cuenta, la realidad se despliega y tienes la certeza de que algún día me sentiré tan sola como él.
Le escucho, sigo su conversación incoherente, le doy crema en las piernas y le aseguro que esta noche dormirá mejor, le pido que aparte los demonios. Al irme de la habitación, llama una docena de veces por el comunicador, necesita a alguien a su lado, compañía, una mano que le coja fuerte cuando siente dolor mientras anhela que llegue el final de su malestar. Me reconforta pensar que yo tendí esa mano cuando lo necesitaba.
Hasta siempre V